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“De qué nos sirven las ilusiones si una canción jamás podrá parar la guerra”, así cantaba desesperanzada Nidia Caro en los 70´s, para decirnos que una canción, un libro o una pintura poco pueden hacer ante problemas verdaderamente grandes. Sin embargo, hay libros como “Matar a un ruiseñor” que contribuyeron a visibilizar el problema de la discriminación racial -contra las personas de raza negra en Estados Unidos- desde su lanzamiento en 1960 y hasta nuestros días. Cuando leí el relato necesité hacer un gran esfuerzo para situarme en la mentalidad y la realidad de la época -un pequeño pueblo de Alabama alrededor de 1930-1940, donde la esclavitud se ha abolido de derecho, pero de hecho persiste-, narrado con un estilo cansino y plano de la autora, Harper Lee. Me pregunté cómo era posible que una historia como ésta hubiera podido vender más de 40 millones de copias y ganado un premio Pulitzer. De cualquier forma, el libro se convirtió en esa época en un hito en la lucha contra la discriminación y hoy nos recuerda el gran peligro de pertenecer a la “normalidad”. Porque todas aquellas personas de raza blanca que aparecen en el relato, y que son sólo una muestra representativa del universo de blancos de la época, no tienen el menor recargo de conciencia por condenar o maltratar a un negro, porque a sus ojos es “solamente” un negro, alguien diferente e inferior, que no pertenece a un “nosotros”. Pero lo más dramático de todo esto es que sigue pasándonos en pleno siglo XXI. Todos aquellos que no son como nosotros, “los normales”, son tratados como aquellos afroamericanos del siglo pasado. Cometemos el “pecado de la normalidad”, que no permite darnos cuenta de la problemática de los “diferentes”, minorías por definición. Más aún, si ya hemos tomado conciencia, evitamos hablar por ellos por el miedo a salir de la manada. Con críticas muy favorables y otras muy en contra, vale la pena leerlo y formarse una opinión personal de este influyente libro.
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Calificación Introspecta: **